jueves, 11 de noviembre de 2010

HISTORIA BIBLICA DE ISRAEL

1.La historia de Israel comienza a principios del segundo milenio a.C.,con su primer patriarca Abraham. Es difícil precisar en qué tiempo vivió. Habitó primeramente en Ur, en la Mesopotamia inferior .Durante las guerras que siguieron a la caída de la tercera dinastía de Ur, la tribu emigró de Harán a la Mesopotamja superior, es decir, a la llanura entre el Tigris y el Éufrates.Hacia la segunda fase de la edad media del bronce (sobre el 1850 a.C.), <llamó> Dios a Abraham y lo sacó de la patria de Harán . Como forastero y seminómada llegó a Canaán. En épocas de sequía bajó de allí al feraz delta del Nilo, pero permaneció en contacto con su patria mesopotámica.
Cuando más tarde Jacob, que recibió el nombre de Israel , volvió de Mesopotamia con numerosos clanes, comenzó la formación de una conciencia étnica. Cuando alrededor del año 1720 a.C, la raza mixta indoeuropeo-semítica de los hicsos se hizo con el dominio de Egipto, «los hijos de Israel» o - lo que es más probable -una parte de ellos pudieron establecerse en el país. Bajo la xviii dinastía egipcia (último período de la edad de bronce).Egipto se liberó de los dominadores extranjeros y el poder de los faraones se fortaleció.Ramsés II oprimió a los descendientes de Jacob, que entretanto se habían multiplicado.Sin duda bajo su sucesor Merneptah apareció Moisés. En una estela de victoria de Merneptah, por vez primera se menciona a Israel por escrito como una tribu.

2. Las tribus hasta entonces esclavizadas se sienten en el desierto como pueblo escogido de Dios. Israel sabe en adelante que es el pueblo vasallo de Yahveh, concebido como el gran rey. Entre Israel y Yahveh existió desde ese momento una alianza sagrada. El pueblo se obligó sobre todo a no dar culto a ningún otro dios que no fuese  Yahveh.Es, en cambio, oscura la cuestión del número de israelitas que, hacia el final del s. XIII a.C. (fin de la edad de bronce), entraron al mando de Josué desde el este en Palestina; algunas tribus o partes de ellas pudieron volver por otros caminos o quizá nunca emigraron hacia Egipto.

3. La entrada de los hijos de Israel en Palestina coincide con los disturbios políticos que estallaron por todo el oriente próximo al penetrar los «pueblos del mar». Éstos, bajo el nombre de «filisteos» (de ahí viene el nombre de Palestina), en los dos siglos siguientes fueron los enemigos mortales de las doce tribus. Esporádicamente en la lucha con los filisteos y otros pueblos enemigos de los alrededores surgieron caudillos carismáticos en las diversas tribus. Por el hecho de que, sintiéndose investidos de poder, restablecían el derecho y el orden, reciben el nombre de «jueces». Sin embargo, el encuentro de la confederación de tribus con los filisteos, hizo que Israel clamara cada vez más intensamente por un rey.

4. En la recién fundada monarquía davídica (desde el año 1000 a.C.), el contraste entre la tribu de Judá, de la que procede David, y las tribus del Norte tiene raigambre realmente constitucional, pues el primer rey, Saúl, fue elegido de la tribu de Benjamín. En el poderoso reino fundado por David estas tensiones habían quedado superadas en gran parte. Sin embargo, ya después de la muerte de su hijo Salomón, se dividió el reino. El reino del Norte, el único que en adelante se llama Israel, recibió como contrapartida al templo de Salomón en Jerusalén sus propios santuarios en Bet-El y Dan. Allí se dio culto a Yahveh. Así, a la división política se juntó la religiosa, e Israel estuvo expuesto en lo sucesivo al influjo de los cultos canos de la fecundidad.

5. Bajo Tiglat-Piléser iii, Assur se fortaleció en la segunda mitad del s. viii a.C. Los pueblos amenazados por él se unieron, bajo la dirección de Damasco. Judá, que en la guerra siro-efraimítica fue forzada por ellos a entrar en la liga, en momento de apuro llamó en su auxilio a Tiglat-Piléser iii, y se hizo vasallo tributario de Assur. En estos años de la «guerra de nervios» apareció el profeta Isaías, que exhortó a la confianza en Yahveh. A Tiglat-Piléser sucedió Salmanassar v. El último año de su reinado (722 a.C.) cayó Samaría, capital del reino del Norte. Entre tanto Egipto atizaba la hostilidad contra Assur; Babilonia intentó sublevarse, y Judá, sometida aún a tributo, flirteaba con el babilonio Merodak-Baladán (2 Re 20, 12). Sin embargo, el rey asirio Senaquerib sometió primero a Babilonia y se dirigió luego victoriosamente hacia el este; pero no logró tomar la ciudad de Jerusalén (701 a.C.). En el siguiente siglo vii a.C. los asirios están ocupados con Egipto y Babilonia; Judá sigue siendo vasallo de Assur, lo cual, sobre todo bajo el rey Manasés, tiene efectos funestos en el aspecto religioso.

6. Hacia fines del s. vii a.C., bajo Nabopolassar, Babilonia se rebela victoriamente junto con los medos contra Assur.
El rey Yosías, que pudo llevar a cabo una reforma del culto en Judá y hasta en el reino del Norte, desconocedor de la nueva situación de la política mundial le salió al encuentro. Y el año 609 a.C. fue derrotado totalmente junto a Meguiddó. Poco después Jerusalén era tomada por Nabucodonosor ii (Nebukadnezar); según los datos de los textos babilónicos cuneiformes esto sucedió el 15/16 de marzo del año 597 a.C. . El año 586 a.C. siguió la destrucción definitiva y la segunda deportación a la cautividad de Babilonia. En los últimos años antes de la catástrofe el profeta jeremías llamó al pueblo a penitencia; en el exilio principalmente Ezequiel fortaleció a sus compatriotas; y hacia el final del destierro el gran autor desconocido de Is 40-55 consoló al pueblo humillado.

7. El año 539 a.C. cayó sin lucha la ciudad fortificada de Babilonia en manos del rey persa Ciro. Con ello acababa en oriente la dominación de dinastías semíticas. Desde este tiempo, Judea estuvo bajo soberanía persa, helenística y, finalmente, romana. La tolerancia religiosa de la nueva época hizo posible el retorno. La tribu de Judá aprovechó la oportunidad. Fue la hora del nacimiento del «judaísmo». En el futuro la fuerza de este pueblo, que desde el destierro babilónico está disperso por todo el mundo (diáspora judía), no radicaría en el poderío de una casa real, sino en el sentimiento de responsabilidad religiosa de cada judío. A partir de ese tiempo los judíos de la diáspora han hallado apoyo religioso en las comunidades de las sinagogas.

8. En Palestina el pueblo judío se fortalece dentro del marco exterior político de una satrapía persa. Se erige, de momento en modestas proporciones, el segundo templo. Nehemías, a mediados del s. v a.C., y Esdras, cuya acción sin duda ha de situarse a principios del s. iv, renuevan el culto judío, refuerzan la jerarquía y el sentimiento nacional y profundizan el amor a las escrituras sagradas, que ahora se coleccionan y redactan nuevamente.

9. Después de la victoria de Alejandro sobre Darío (333 a.C., junto a Iso), el helenismo conquistó el oriente política, económica, cultural y, en parte, incluso religiosamente. Sin embargo, entretanto el pueblo judío se había fortalecido de nuevo, hasta tal punto que pudo asimilar los nuevos motivos espirituales sin perder su peculiaridad religiosa. En el s. iii a.C. los judíos de la diáspora recibieron en Alejandría la traducción griega de los LXX. También nació entonces la literatura sapiencial. En este tiempo de los Diádocos, Palestina cambió por cinco veces de amo político. Finalmente, después de la batalla de Paneion (la posterior Cesarea de Filipo) el año 200 a.C. pasó de manos de los Ptolomeos, con residencia en Alejandría, a las de los Seléucidas. Desde Antioquía de Orontes mandaban éstos sobre Asia Menor, Siria y Mesopotamia; pero, desde el 190 a.C., estuvieron expuestos a la presión del reino de Pérgamo, aliado ya de Roma. Entonces, desde el año 170 a.C., Antíoco iv Epifanes, se volvió de nuevo contra Egipto, y quiso incorporar, aun cultural y religiosamente, al pueblo judío a su estado nacional, más oriental que griego. Pudo desde luego conquistar Jerusalén; pero en el país se levantó un movimiento contra el extranjero.

10.El pueblo, acaudillado por el sacerdote Matatías, de Modín, y sus cinco hijos, de los que judas recibió el sobrenombre de Macabeo («martilleador»), se levantó en guerra santa (167-164 a.C.). La fiesta de la dedicación del templo (cf. In 10, 22) mantiene vivo hasta hoy en el pueblo judío el recuerdo de la restauración del culto monoteísta, exactamente tres años después de la profanación del templo de Jerusalén el 25 de Kislév. El primer objetivo del levantamiento macabeo, el libre derecho al ejercicio de la religión judía, se había conseguido. Ahora, a la guerra de religión, siguió una guerra hábilmente dirigida estratégica y diplomáticamente por el restablecimiento del poder judío en Palestina y por la ampliación del territorio. Aprovechando prudentemente las disensiones en Siria por la sucesión al trono y lograda una alianza con Roma que había entretanto sometido a Grecia, los Macabeos pudieron paso a paso desligarse del reino de los Seléucidas. Desde el año 142 a.C. existió una nación judía, políticamente independiente, bajo la dirección de Simón, que era a la vez sumo sacerdote y caudillo militar y político. Enérgicamente en la política, pero sin melindres en cuestiones de religión, esta dinastía de los Hasmoneos, de reciente creación, rigió y agrandó el estado judío hacia el sur (Edom) y sobre todo hacia el norte. Sólo ahora (hacia el año 100 a.C.) se judaizó de nuevo Galilea, evacuada bajo Tiglat-Piléser el 733 a.C. (cf. Mt 4, 15; 26, 73). Sin embargo, a la muerte de Alejandro Yanneo, estalló la discordia en la casa de los Hasmoneos; el general romano Pompeyo la aprovechó y, tras la penetración en Siria, entro triunfante en Jerusalén el año 63 a.C.

11. Veinte años más tarde, Herodes i, llamado el Grande, hijo de un mayordomo idumeo, ambicioso y cruel, pero políticamente hábil, logró de nuevo independizar hasta cierto punto la nación judía. El año 40 a.C. fue coronado en el capitolio de Roma como «rey de los judíos». Sin embargo, su poder fue constantemente limitado y vigilado por Roma. A su muerte, el año 4 a.C. dividió su reino entre sus hijos: Arquelao, Filipo y Herodes Antipas, que vino a ser el señor temporal de Jesús. Ya a los diez años (6 d.C.), Arquelao fue depuesto por Roma a causa de su mal gobierno .Como sucesor suyo, tomó los asuntos de gobierno de Judea y Samaría el primer procurador romano Coponio. Ordinariamente residía en la ciudad de Cesarea, que Herodes i había erigido de nuevo junto al mar; pero los días de las grandes festividades se trasladaba a la capital religiosa de sus dominios, que era Jerusalén. Bajo uno de sus sucesores Poncio Pilato (26-37 d.C.), apareció públicamente Jesús de Nazaret. Según la cronología mejor fundada, éste fue crucificado el viernes 7 de abril del año 30 por los romanos a instigación de las autoridades judías. La fuente profana más importante acerca de este acontecimiento es el historiador romano Tácito, quien, hablando de la persecución de los «cristianos» el año 64, dice: «Este nombre viene de Cristo, que, bajo Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato».

12. La época de los procuradores fue por breve tiempo interrumpida (41-44 d.C.) por el reinado de Agripa i, rey judío y amigo del emperador Calígula. A la muerte de Agripa, los procuradores romanos se hicieron cargo de todo el país, incluso de Galilea. Aquí precisamente estalló el año 66 d.C. la «primera guerra judía» (así llamada para distinguirla de la «segunda», en los años 132-135 d.C.), que había de restablecer la soberanía de Dios sobre el pueblo. Pero el año 70 d.C. Jerusalén fue conquistada por Tito y en el templo destruido cesaron definitivamente los sacrificios cultuales; con ello tomaba nuevo giro la historia de este pueblo. Ni aun los historiadores judíos pueden desconocerlo. El naciente cristianismo que al principio pasaba por una de tantas sectas judías, fue ahora distinguido del judaísmo incluso entre los gentiles, pero él mismo se sentía como el verdadero pueblo de Dios, como el nuevo Israel, cuyo rey es Cristo, el Mesías prometido por los profetas.

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